miércoles, julio 04, 2007

El PP GANA. EL OPUS GOBIERNA

(Publicado en el PAIS 4/7/09)

El Opus le ha ganado la batalla a los valencianos, a los que no votaron PP, y a una inmensa parte de los que votaron, se la ha ganado, por tanto, a una parte del propio PP. Y se la ha ganado a la modernidad, tan manida en los últimos discursos de Camps, y sobre todo, al Progreso.
Tanta campaña exitosa vendiendo proyectos y valencianía envueltos en celofán de progreso con lacitos de ilusión. Tantos discursos de: "...Somos los mejores, y antiguo el que lo niegue...". Tanta admiración, devoción y autosatisfacción, en los últimos discursos del nuevo-viejo presidente, pronunciados ante las Cortes Valencianas en los últimos días, para acabar entregando los votos del PP a la Obra, al Opus, que es quien ha ganado el Consell; unos con denominación de origen conocida, otros con denominación discreta o aún de meritorios, qué mas da.
El Consell que nos ha presentado Camps ha revestido en sus preliminares una especie de liturgia vaticana de aprendiz. Sin chimenea en el Palau de la Generalitat, sin paja que quemar, porque seguramente el proveedor ya no la sirve hasta que no le paguen la que sirvió en 2003, sin obispos, pero con Camarlengo, Camps ha querido demostrar que el misterio lo pone él, igual que los nombramientos; que los tiempos los marca él y no la prensa, ni su grupo, ni su partido. Que los votos dan la legitimidad para gobernar, y cuando son más de los esperados, no solo dan legitimidad, sino también una especie de éxtasis político que permite hablar sin decir, hacer discursos de investidura más vacíos que la caja de la Generalitat, y entregar el Consell, a quien seguramente más rogativas ha hecho para que la gaviota dejara de serlo en la campaña electoral, y apareciera ante los electores como una humilde paloma, si no de la paz, que para eso ha de hacer muchos cambios de pluma todavía, sí del Espíritu Santo, guía no solo de la santidad a la que nuestros electos populares conducen, con paso procesional pero firme, al Pueblo Valenciano, sino también de ilusión y progreso, eso sí, por el camino del Bien que marca Cañizares y sus ministros en el Consell.
¡Acabáramos! Lo lamento por quienes después de votar el PP se sientan ya decepcionados, pero se veía venir, aunque haya que reconocer que engañaron bien y la fuerza de sus "propagandistas" tuvo éxito. Otros fueron menos astutos y fueron condenados a las tinieblas de la oposición.
Lo bien cierto es que Camps ha hecho un gobierno no paritario. Dice que la Ley no le obliga, luego en su voluntad política no está la paridad si no es por obligación, y las mujeres siguen siendo para él un sector y no la mitad de la sociedad. Para qué tanta foto electoral con mujeres y tanto hablar de su parte femenina.
Ha hecho un gobierno preelecciones generales, colocando un halcón en el control de la Ciudadanía, la Inmigración y la Cooperación, que podrá seguir pagando los compromisos adquiridos con "asociaciones" afines y contraer nuevos. Un poco de oro, porque no queda mucho en la caja, y bastante mirra, que simboliza en la epifanía el sufrimiento y la muerte futura, en este caso de las asociaciones que osen oponerse al "moderno" Consell de Camps, serán el regalo que el enviado de los tres Reyes-Vicepresidentes, el conseller Blasco, les va a traer
El Bien, en definición de los obispos más rancios, y la Caridad, también en sentido aún más rancio, ya saben, dar lo que te sobra, cobran fuerza y vigor de la mano de Cotino que, elevado a la categoría de Rey Mago del Bienestar Social, desde su vicepresidencia, y con la ayuda de la Obra, hace que la parcela más sensible de la política del Consell entre en el túnel del tiempo, camino del siglo XIX.
Es un camino bien estudiado, además de escrito: del poder de las obras al poder para la Obra. Pero la pregunta será conocer si la nueva obra, como las viejas, está marcada por los sobrecostes más abusivos. Amén.
Ya tenemos Consell, con novedades poco sorprendentes, con el abandono de quien quería simbolizar desde su trayectoria la Ciencia y la Universidad, con el desalojo definitivo de los últimos vestigios zaplanistas, que al menos eran más divertidos, y una fuerte presencia del Opus que, a pesar de no presentarse a las elecciones, las ha ganado sin que los que votaron PP sospecharan que su voto era algo más que un voto a la Formula 1.
Un presidente que está extasiado con su tremendo éxito, como un niño el día de Reyes, seguramente por eso ha nombrado a tres vicepresidentes. Tres reyes que nos traen muy poco oro, porque la caja esta vacía e hipotecada para varias décadas; mucho incienso, porque hay mucha adoración que hacerle al niño, si no queremos que se deprima; y mucha mirra, que simboliza las lagrimas y el dolor, que, sin duda, habrán de soportar los que menos posibilidades tienen de subsistir ante las dificultades, y quienes tienen sus ingresos ya esquilmados al máximo para pagar sus hipotecas, por no hablar de los que ni siquiera se atreven a suscribir una.
Del premio a García Antón, prefiero no hacer ningún comentario, la memoria de 43 valencianos y valencianas que ya no podrán opinar sobre este Consell, por usar el transporte público el día menos idóneo, me lo impide. El 3 de julio está demasiado cerca. Y eso no hay elecciones que lo hagan olvidar, ni Opus que lo pueda absolver.
Quizá alguno no sepa que el éxito también está entre las causas de mortalidad, al menos en lo que a política se refiere.

HASTA LA MISA TENIA UN PRECIO

(Publicado en LEVANTE 4/7/09)

Las calles estaban cortadas, las sirenas enturbiaban el sonido ambiente. El trasiego de fuerzas de seguridad, autoridades todas, y de los primeros familiares desesperados por el silencio de los móviles de sus allegados, que no contestaban, acudiendo a la boca de metro de Jesús, componían la escena de una tragedia que ha marcado una fecha imborrable en nuestra historia.
Este 3 de julio todo ha sido distinto. Los familiares seguían en la boca del metro, tan llenos de dolor como aquel día de hace un año, martilleados por el recuerdo y por la ignominia de la actitud de quienes les gobiernan, y dolidos por el menosprecio de quien tenía que reconfortarles con sus plegarias y sus ecos de eternidad, y ni estaba ni se le esperaba, el Arzobispo García Gascó ya cumplió el día anterior con la alcaldesa y con el PP. No solo no ofició la misa en sufragio de las victimas, seguramente porque tenía que estar revisando las obras de la nueva parroquia de los mártires del 36, o impartiendo alguna charla sobre el Bien y el Mal, sino que no tuvo a bien exonerarles del alquiler de la Catedral, por el que ha cobrado 300 euros a la Asociación de familiares. Qué lejos quedan los aplausos que los altos cargos del Consell le brindaron al Sr. Arzobispo el día de la misa funeral tras la lectura de la carta del Papa. Un funeral por unas almas cuyos cuerpos estaban aún sin identificar, pero urgía hacerlo, el Papa estaba al llegar.
Un año después, hasta la misa ha tenido un precio para los afectados. Para los responsables políticos, ninguno. Camps les ha premiado con más competencias, creyendo que así se premia a sí mismo y lava para siempre su conciencia. Craso error, la conciencia no la lavan ni las urnas, ni los nombramientos, ni la confesiones de reclinatorio, se calma asumiendo responsabilidades políticas, en confesión pública.
Ni calles cortadas, ni sirenas, ni coches oficiales. Las que se podían considerar autoridades, todas de la oposición, llegaron en metro en su mayor parte. Los medios de comunicación estaban todos. Los vecinos, demasiados, miraban a través de sus ventanas, algunos salían incluso al balcón; no les quedó fuerza para bajar o creían que no iba con ellos. A fin de cuentas, ellos están vivos, y pueden ver la realidad desde sus ventanas, quizá la han visto demasiadas veces desde ahí, o desde Canal 9. La de la calle es otra.
Nuestra Televisión mostró los minutos de silencio que Camps y sus consellers guardaron a la puerta de las instituciones, pero tampoco estuvo allí, con las familias. Silencio que también guardó la alcaldesa de Torrent, que tuvo la desvergüenza de convocarlo a la misma hora que las familias lo hacían en el lugar de los hechos, todo un síntoma que, pese a ser tan joven, la sitúa ya más a las órdenes de su partido que a las de su pueblo. La juventud no siempre es rebeldía, aunque a veces parezca renovación.

Si el 3 de julio del año pasado fue el del mayor dolor para 43 familias valencianas, y de mayor pesar para toda la sociedad; el de este año es el de la hipocresía y la lejanía de quienes se sienten absueltos de todo pecado político, judicial y de conciencia, tan sólo porque ha habido unas elecciones que han ganado. Lo más duro de admitir es que todo lo justifican porque han tenido más votos, sector más confesional incluido.
No creo que la mayoría de los que les votaron estuvieran amparando esos comportamientos con su voto, pero si algunos de los que lo hicieron lo creen así, que la misericordia se haga cargo de ellos.