viernes, febrero 17, 2006

Un cura con añoranza de palio

Tenemos el triste privilegio en nuestra Comunidad de contar con algunos de los exponentes más representativos de las añoranzas por el antiguo regimen dictatorial que, de vez en cuando, se manifiestan como invocados por la ouija y dejan su huella, cuando no un vao de naftalina histórica desprendido de sus palabras. El último, hasta la fecha, ha sido el cura Gironés. Jubilado, pero en perfecto uso de sus facultades mentales y físicas, sin duda debido a los escasos esfuerzos que tiene pinta de haber hecho a lo largo de su dilatada trayectoria como consejero espiritual, asesor matrimonial y confesor de quién sabe cuantas mujeres, parejas y hombres. Y ahí es donde radica la importancia de las barbaridades que este casto varón ha reproducido en una publicación del Arzobispado de Valencia, en su trayectoria, más que en la última de sus perlas literarias.
Algunos se han apresurado a decir que está jubilado, como si eso le eximiera de ser un cafre sea a la edad que sea. Eso es un consuelo, porque al menos no está en activo dentro del confesionario. Pero si pensamos los años que ha estado en activo aconsejando, después de escuchar confesiones, y diciendo aquello de: "resiganción y paciencia hermana, lo importante es no dar escándalos y dedicarse a la crianza de la prole..." cada vez que una mujer le ha contado un mal trato, podemos imaginar la cantidad de mentes que ha torturado, y la de personas que han debido morirse hechas una desgracia creyendo que la buenaventura le acompañaba por padecer y que padeciendo se ganaría el cielo en vida. Y si hubiera sido sólo él, la cuestión, siendo grave tendría un pase, pero uno, puestos a imaginar, piensa en cuantos más como el cura Gironés han praticado esa escuela, con el visto bueno de la Jerarquía Ecelesiástica, a lo largo de los tiempos y, no sólo te entra un escalofrío, sino que llegas a enlazar algunas conductas maltratadoras actuales con la escuela paterna vivida, y con los sabios y eclesiales consejos recibidos y se te nubla la vista.
El Arzobispado de Valencia que, como la mayoría, vive los tiempos con un retraso inadmisible, ha reaccionado con lentitud, pero al menos ha condenado la acción del cura, del que están apareciendo más escritos igual de brutales, y ha abierto un expediente que, a buen seguro, cerrará en cuanto amanie el temporal.
Desde el optimismo que anima casi todas las facetas de mi vida, quiero consolarme pensando que si este intolerable acontecimiento ha servido para que algo se mueva en la jerarquía eclesiástica, siquiera sea para mover unos segundos hacia delante el segundero del reloj de su historia particular, casi ha valido la pena que el sr. cura se manifestara así de anacrónico. Si la Iglesia ha de ponerse a la altura de los tiempos, tienen que ser los fieles los que la empujen a ello, porque ellos, a diferencia de su jeraquía, tienen esposas, maridos, hijos e hijas y algunos incluso amantes, y saben todo eso los complejo que es vivirlo cuando no se tapa con una sotana, o no se somenten a un voto de castidad/autorepresión, algunas de las necesidades fisiológicas más evidentes, que la naturaleza ha descargado sobre los seres humanos para que las alaivien llegado el caso, bien sea en su vertiente reproductora, bien en la meramente placentera, a la que no está escrito en ningún lugar que los seres humanos deban renunciar "per se", ni siquiera para ganar un cielo que los ricos, sin renunciar a nada, ya se han montado en la Tierra a pesar de no gozar de las bienaventuranzas de los pobres. Y es que tanta sombra de palio, dejó demasiadas mentes sin madurar por el sol. Digo yo, claro.