jueves, octubre 19, 2006

CAZA DE BRUJAS EN EL METRO

(Publicado en Las Provincias 15/10/06)




La Unión Europea ha dado un ultimátum a Camps por su política urbanística, pero siendo grave, eso y que anuncien que no van a hacer caso, no lo es menos, la caza de brujas que el PP ha emprendido en Ferrocarrils de la Generalitat contra aquellos sindicalistas que tampoco se resignan a que la verdad no se esclarezca, y a que no se asuman las responsabilidades que en cualquier otro país democrático se habrían asumido.

La apertura de un expediente a Diego Trigo, representante del Sindicato Ferroviario, por haber dicho lo que pensaba en la llamada Comisión de Investigación del Metro, es una muestra de cómo entiende Consell de Camps la libertad de expresión y la crítica en democracia.

Los años de poder le han llevado a actuar ya sin disimulos. Si hay que repetir hasta la saciedad que Zapatero nos margina, a pesar de poner en el presupuesto del Estado un 22% más de lo que ponía Aznar para esta Comunitat, se repite, se pone al servicio de la mentira a Canal 9, y punto.

Si hay que decir que la Unión Europea va contra los intereses de la Comunitat porque les saca los colores a Camps, por el desastre urbanístico que el PP ha ejecutado en esta tierra, se dice y no pasa nada. La identificación a la que han llegado entre Comunitat, Consell y PP es tal, que cualquiera que ose criticar a Camps, critica a la Comunitat ¡Ni Jordi Pujol se atrevió a tanto! Cualquiera que ose criticar la política urbanística, o los nauseabundos niveles de corrupción que han alcanzado, crítica a la Comunitat, quien tenga la ocurrencia de criticar al PP es un mal valenciano, vendido al oro extranjero y por tanto, un enemigo de la Comunitat.

Esto es práctica común en las dictaduras, cuyos dictadores siempre están hablando del enemigo exterior, cuando desde fuera se reclama democracia. Franco hasta lo dejó escrito en su testamento. Pero que aquí se utilice con la misma soltura con que se haría si viviéramos una dictadura, clama al cielo, es imperdonable, y es motivo de que se haga todo lo posible para que el PP salga de la Generalitat. No puedo creerme que todos los que votaron al PP, creyendo en sus promesas, estén de acuerdo con que hayamos llegado a un nivel de identificación entre partido, gobierno y Comunitat que haya valido para acuñar casi un régimen, más que para legitimar a un gobierno democrático.

El expediente del sindicalista Diego Trigo se enmarca en esa concepción totalitaria del poder. Quien pide responsabilidades, quien crítica su gestión de Camps, es un hereje que merece la persecución, en este caso la laboral. Es necesario ejemplarizar al rebelde para que cunda el ejemplo. Diego Trigo se ha convertido en un enemigo de la Comunitat, como lo somos todos los que no compartimos que la línea 1 del metro de Valencia siga teniendo los mismos trenes con 60 millones de usuarios año, que tenía cuando solo eran 14 los millones de usuarios; como lo somos todos los que no entendemos que haya habido dinero para todas las grandes obras vistosas, pagando además por ellas el doble de lo que valen, y no hay habido dinero para garantizar mejor la seguridad de los que viajan bajo tierra, no para ir a la ópera, ni a los grandes fastos, sino a trabajar, a estudiar, al médico, o a lo que les de la gana, que para eso son libres y pagan sus impuestos.

Diego Trigo tiene mi solidaridad, la de mi grupo y la de todos los usuarios del metro que piden responsabilidades, que creen que el accidente era evitable, y a pesar de ello son magníficos valencianos y no necesitan envolverse en la señera hasta para dormir, y tampoco declaran enemigos exteriores cada vez que se equivocan. En eso se diferencian de Camps.