domingo, noviembre 01, 2009

CONFIESO QUE SOY RADICAL

He decidido numerar mi escaño en el Parlamento Europeo con el número cien, como si fuera una extensión de las Cortes Valencianas desde el escaño que queda libre, y desde él mirar a la tierra en la que tanta vida política he consumido y comentar mis impresiones.
Desde aquí llama todavía más la atención el triste espectáculo que se vive, desde la más soez degradación, en la política valenciana. Para muchos, especialmente votantes del PP, unos con consciencia ideológica de lo que votaban, y otros desde la más absoluta irreflexión o descuido electoral, puede parecerles algo asombroso y no previsto. Para muchos otros, entre los que me encuentro, estaba escrito hace muchos años que la cosa acabaría así; me remito, si no a la memoria, que veces parecemos no tener, a los diarios de sesiones de les Corts que vale la pena repasar.
Hemos sido varios, con insistencia, los que advertíamos al PP, a Camps, y a los valencianos, que la opacidad y el secuestro de las cuentas públicas, eran la antesala de la corrupción y que ésta invadiría nuestras instituciones como una perversa y terminal metástasis. Así ha sido. La respuesta a la “Ofensiva por la Transparencia” de la que propios y ajenos parecen no acordarse, y de los plantones a las puertas del IVEX, CIEGSA, y otras empresas públicas fueron un intento vano de evitar lo inevitable. El “voto del Pueblo” les avalaba, decían, ( pues que aprenda el Pueblo a quien da su voto y luego no se llame a engaño) y éramos unos radicales, esa fue toda la respuesta del PP. Ahora cuando los ciudadanos empiezan a despertar y salen a la calle hastiados de tanta corrupción, y eso que no se ha conocido toda, vuelven a llamarnos radicales a los que hemos ido a esa manifestación, así lo ha dicho Cotino. Pues tienen razón. Si por pedir transparencia fui un radical, y por manifestarme contra la corrupción soy radical, debo admitir que soy una radical y así lo confieso. La transparencia está en la raíz de la democracia y la corrupción hay que cortarla de raíz antes que pudra a la democracia. Es cuestión de radicalidad, no cabe duda.