martes, mayo 11, 2010

APRENDER DE LOS ERRORES DE COPENHAGUE

Publicado en REVISTA TEMAS (marzo 2010)




Anda estos días la Unión Europea intentando superar la perplejidad en la que cayó tras los pobres resultados de la Cumbre de Naciones Unidas en Copenhague sobre cambio climático. Y hace bien la UE, porque no debe gastar ni un sólo átomo de su energía política en una pesada digestión de frustraciones y lamentos sobre expectativas no cumplidas. El cambio climático es un hecho, el tiempo apremia, y esta Europa verde y pionera de la última década no puede por más que recuperar el optimismo para seguir trabajando y retomar el liderazgo a escala internacional, hagan lo que hagan los demás, y sin renunciar ni un ápice a su vanguardista paquete de legislación "Energía - Clima".

Lo primero es aprender de los propios errores. Analicemos las debilidades de Copenhague para corregirlas y pasar de los actos de fe a los compromisos reales.

En primer lugar, el fracaso de la Cumbre fue una decepción para la lucha contra el cambio climático, pero también fue una primera derrota del multilateralistmo como forma de entender las relaciones internacionales en ése nuevo orden multipolar. Las negociaciones "de verdad" las llevaron a cabo los Estados Unidos, China, y sus países de interés, a última hora, con cierta nocturnidad y una pizca de alevosía. Barak Obama, ante la atónita mirada de la UE -que jugaba este partido en casa- y la impotencia del Secretario de la ONU para el Clima, Yvo de Boer, sacó la negociación del plenario, resolvió lo que le convenía y, luego, lo anunció al mundo.

Pero, las consecuencias de lo ocurrido en las últimas horas de la Cumbre van más allá de un acuerdo débil en contenidos y feo en las formas. La ruptura del multilateralismo cuestionó la pertinencia de la ONU como foro mundial de toma de decisiones. Obama dejó en evidencia a la ONU, cuando ésta esperaba que fuera el líder de futuras negociaciones. ¿Estuvo a la altura de un Nóbel?...

Admitiendo que la ONU debe evaluar sus formas de gobernanza, el Cambio Climático es un problema que afecta al Planeta, y que, sin negar la debida comprensión a las especificidades de cada uno o a su nivel de desarrollo, no se puede resolver por partes ni a diferentes velocidades. Es por ello que, en todas las negociaciones previas a la nueva Cumbre de México prevista para finales de año, debe quedar claro que las partes aceptan y respetan a esta institución como foro de alcance global para resolver lo que es sin duda un problema de alcance global.

Segundo. La Unión Europea acudió a Copenhague desestructurada, lo que pudo influir tanto en la pérdida temporal de su imagen de pionera en la lucha contra el cambio climático, como en la falta de un acuerdo final de peso. La Unión -qué contrasentido- llegó dividida a Copenhague: algunos países negociaron por su cuenta, de modo que en lugar de hablar con una sola voz, se oyeron demasiados ecos y “egos” en una cacofonía que, quizás, la apartó más aún de los debates.

La solución pasa por volver a lo acordado por el Consejo, ratificado por los 27, puesto negro sobre blanco, firmado, sellado y enviado a la ONU el 31 de enero (plazo fijado en el acuerdo para comunicar los planes nacionales de reducción de emisiones). En el momento de escribir el artículo, parece que los representantes de los Estados Miembros han acordado que la UE asuma en su conjunto una reducción del 20% para el 2020. Y el dato tiene su importancia porque significa que no se van a recibir en la ONU 27 planes nacionales diferentes y descoordinados, sino que Europa vuelve a tener una estrategia común para estabilizar y reducir sus emisiones. El precio a pagar ha sido la llamada "cláusula de condicionalidad", es decir, la rebaja a efectos formales,-que no el abandono-, del objetivo del 30% al que aspiraban la mayoría de los países comunitarios. Dicho de otro modo, la UE se comprometerá a reducir sus emisiones en un 30%, dependiendo de los compromisos que adquieran las otras partes en el marco de un acuerdo global.

Quizás es prematuro decirlo, pero parece que la UE, superada la resaca de Copenhague, ha vuelto a cerrar filas y caminará con un solo paso hacia la cita de México, recuperando un papel de prestigio en las relaciones bilaterales y multilaterales, mientras va implementando su propia legislación sobre clima. Si es así, Europa habrá salido fortalecida.

En tercer lugar, otro aspecto que no puede dejarnos Copenhague en herencia es el de una Cumbre más restrictiva que participativa de cara a la sociedad civil. A pesar de la gran movilización de ONGs y ciudadanos, los líderes mundiales y la misma ONU, acuciados por los problemas organizativos y frustrados por las negociaciones, pecaron de insensibilidad política y no supieron estar a la escucha de los que reclaman un planeta vivo y solidario. El peligro de dar la espalda a la sociedad, no es sólo un problema de pérdida de confianza por parte de ésta hacia sus dirigentes, sino que es algo que roza el descrédito político. La confianza, mal que bien, puede ser recuperada, pero el crédito político es algo que el ciudadano no da fácilmente.

Ante esto, México debe ser la nueva "Cumbre de la Tierra", de toda la Tierra. Hay que recuperar el espíritu de Río, de ésa gran Conferencia y de su Foro Alternativo que en 1992 dieron la oportunidad de hablar a los poderosos, a los no tanto, a los que sufren hambre y sed por las sequías, a los que tienen que huir de sus regiones, a los que quieren crecer siendo respetuosos con el medio ambiente, a los que ven en la lucha contra el cambio climático una oportunidad para hacer negocios...en definitiva, a todos los actores del Planeta que, lo quieran o no, están implicados en un problema común.

Y al hilo de los negocios en el marco de la lucha contra el cambio climático, cabe decir que, en este sentido, Copenhague ha sido otra oportunidad perdida.. Es comprensible que los empresarios nos hayan reprochado que de la Cumbre, vista la ambigüedad del texto final, no haya salido una señal para poder planificar sus inversiones. Por suerte, por la misma inercia del fenómeno y más temprano que tarde, las formas de producción del mundo y los sistemas económicos y financieros tendrán que cambiar.

En el camino a México, hay que aumentar los esfuerzos para que el próximo acuerdo internacional contenga los elementos para conducir al mundo a un modelo de economía eco-eficiente y sostenible. Y, a nivel de la Unión Europea, tal y como dijo la nueva Comisaria de Cambio Climático, Corine Hedegaard, si nos empeñamos en sobreproteger a nuestras industrias contaminantes y obsoletas, perderemos competitividad y nos quedaremos rezagados frente a los que ya están introduciendo, desde el principio de su desarrollo, estructuras de crecimiento sostenible.

No quisiera cerrar este artículo sin hacer referencia a los aspectos matizadamente positivos que arrojó Copenhague. Debemos valorar que ésta ha sido la Cumbre de la ONU con más jefes de Estado de la historia. Cuando todavía algunos siguen negando el cambio climático, más de 190 países lo han marcado en rojo en su agenda. Por otro lado, de Copenhague salió un plan de financiación para ayudar a los países pobres y en desarrollo. Quizás no baste para cubrir sus necesidades, pero es un primer paso hacia una verdadera arquitectura financiera capaz de sustentar nuestros compromisos de solidaridad.

Andrés Perelló
Eurodiputado
Miembro de la Delegación del Parlamento Europeo en la Cumbre de Copenhague