lunes, abril 17, 2006

¡FELICITAOS Y DANZAD MALDITOS!

(Este artículo se publicó en LEVANTE el día 13 de marzo de 2003. Algunos habeis pedido que lo colgara a raíz de un comentario que sobre el mismo se ha hecho en un programa de televisión. Bien, pues aquí está. Leido ahora sí parece que tuviera una maldición en el final, tal y como señaló el conductor del programa en cuestión. Estaba tan indignado cuando lo escribí, que no era para menos, sobre todo si teneis en cuenta que lo escribí a altas horas de la madrugada, ante el insomnio que me produjo aquella visión de risas y abrazos de los diputados del PP por ganar la votación respaldando la posición de Aznar y su gobierno de apoyar la guerra de Irak. Por desgracia el tiempo nos ha dado la razón a los que nos oponíamos. Lo demás ya lo sabeis...)


Si alguna vez me he sentido humanamente mal en la vida, esa vez ha sido cuando, tras la votación secreta sobre el apoyo a la invasión de Irak, pude ver a los 183 diputados del Partido Popular, humanos como yo, darse la mano y abrazarse de felicidad por haber logrado la proeza de mantener la unidad y la disciplina de partido en el apoyo a la guerra, a la muerte de inocentes de toda condición, de un Pueblo que si de algo sabe es de sufrimiento y necesidad.
Os maldije como diputados aquella tarde y sigo haciéndolo. Os maldigo porque habéis cambiado al Papa por Bush, al Arzobispo por Federico Trillo y al Vaticano por la Casa Blanca, y seguís yendo a misa de doce los domingos con vuestras mejores galas y en compañía de vuestros hijos y vuestras legitimas mujeres; las que no llevan un anillo con una fecha por dentro no van a eso con vosotros, tampoco alguna de las que en vez de anillo luce peineta, que gustos hay para todo. Seguís dándoos golpes de pecho hasta conseguir que os salga una joroba de cinismo y seguís metiendo las yemas de los dedos en las pilas del agua bendita donde habría que poner disolvente concentrado, para que no manchéis esa agua y para que os ayude a quitaros el chapapote de vuestra gestión. Aunque eso no será suficiente para quitaros la mancha negra del alma ni el olor a petróleo y a sangre del aliento. Seguiréis dándoos la paz cuando lo indique el sacerdote con la misma mano con que votasteis por la guerra y con la que os felicitasteis por ello. Antes de que acabe la misa mirad a vuestros hijos siquiera de reojo, y pensar lo que debe sentir contra vosotros un padre que a esa misma hora esté orando con su hijo en una mezquita de Irak y le esté mirando a la cara. Y si podéis, y encontráis un cura que os atienda, confesaros antes de ir a comer en familia a un buen restaurante de domingo. Mientras os sirven el aperitivo, explicar a vuestros hijos la diferencia entre un creyente y un meapilas; baste con que les digáis que los creyentes estaban detrás de las pancartas contra la guerra con los arzobispos al frente. Y en los postres, explicarle a vuestros hijos que si ve a un niño irakí logre convencerle de que su papá es un demócrata, de los que quieren llevar la democracia a Irak matando de hambre al Pueblo y bombardeándolo después. Que intente convencerle, después de presentarle a Bush y a Aznar como hombres demócratas y cristianos, de que un demócrata no es un señor que utiliza el poder que tiene para lanzar bombas y robar la riqueza natural de un Pueblo. Esperar que vuestro hijo consiga convencerlo es tan improbable como esperar que vosotros recuperéis el oremus perdido tras una borrachera de poder absoluto. Si os queda un mínimo de conciencia decirle a vuestros hijos que pidan a los niños irakíes que os perdonen y recen a Alá por vosotros, vuestro Dios no debe quereros ya. Ellos lo harán. He conocido cientos de niños irakíes y cientos de madres que han perdido a sus hijos en la guerra o en las enfermedades y el hambre de la posguerra y el embargo, y a pesar de eso en su mirada no hay odio; hay una petición de misericordia que es demasiado sublime para vosotros, envilecidos por el poder, por los negocios de vuestros jefes y poseídos por vuestras posesiones, en las que no hallaréis nunca la felicidad por muchas que acumuléis, porque una buena parte de la felicidad descansa sobre la conciencia, y esa la tenéis narcotizada, lo habéis demostrado. Yo os maldigo y no os perdono pero no os deseo nada malo. Que cada uno de vosotros cumpla, de la mejor manera, el tramo de vida que la naturaleza le tiene reservada. Pero si hay guerra con vuestro apoyo, que mientras viváis aparezca tres veces cada noche en vuestros sueños, siquiera durante unos segundos, la imagen blanca de las mortajas de los niños irakíes muertos con vuestro voto.
Los que no mueran desintegrados como los más de cuatrocientos del refugio de Al Amayria, serán enterrados con el cuerpo lavado y envueltos en una mortaja de tela blanca de inocencia. A vosotros no hace falta que os laven al morir, os acompañará la mancha negra de la guerra que un día os hizo abrazaros y danzad de alegría en el Congreso de los Diputados sin pensar que vuestra mayoría legal no solo no representaba en ese momento a la sociedad, sino que todos los diputados que tenéis enfrente suman más votos que vosotros.
¡Que las urnas os sean igual de inmisericordes! Es lo mínimo que os puede pasar después de lo que habéis hecho.

Ayer Aznar, hoy Berlusconi, mañana…

(Publicado en Las Provincias 16/4/06)
Desde hoy nos queda tan sólo una Semana Santa para decidir qué hacemos con el futuro de nuestra Comunidad. La que celebraremos antes del último domingo de mayo de 2007, en que ante las urnas hemos de decidir si seguimos por la senda del dispendio, el perdón de los corruptos y la mentira eterna o si, por el contrario, nos cambiamos a la avenida de la transparencia, las cuentas claras, el gasto justo, donde las personas sustituyen en prioridad e importancia a las obras faraónicas, y donde la política social sustituye a la fantasía. No es demasiado tiempo para tan ambiciosa aspiración, pero es posible.
En la vida es tarde o temprano según para qué. Por ejemplo, aunque en estos días de recogimiento y pasión algunos hubieran salido de rodillas detrás de algún paso, ya sería tarde, para que hubieran purgado las responsabilidades que les afligen, por haber permitido que nuestra Comunidad haya sucumbido ante el derroche y el descontrol haciendo imposible controlar el gasto y a los malgastadores, y permitiendo que existan acusados, implicados e imputados por corrupción. Permítanme que no vuelva a citarlos, ustedes ya se los saben, y aunque sé que a muchos de nuestros lectores no les gusta que lo repita, también sé que aún les gusta menos que esto suceda. No se curan las enfermedades ocultándolas, se curan con tratamiento o cirugía reparadora. No hay más remedio, aunque a veces duela.
Pero aquí se están practicando excesivas cirugías estéticas en vez de sanear la causa que carcome nuestra economía, nuestra solvencia y nuestro futuro. Se trata de aparentar, de estar guapos y presentables a primera vista aunque no podamos ni sepamos como pagarlo, y mientras nuestro organismo dando muestras de un agotamiento que no se cura con estética: nuestra industria tradicional le pide ayuda al Rey cuando nos visita, pero Camps niega la crisis, nuestra sanidad no agota las listas de espera, pero Rambla quiere convencernos de lo contrario, nuestro urbanismo vuelve a la picota europea, mientras el Consell busca un enemigo al que culpar de ello, la corrupción nos invade, pero Camps la niega y espera a que la justicia resuelva lo que corresponde prevenir a la política… Tan sólo por citar algunas causas del diagnóstico, a la que se puede añadir la última, la reciente Feria del Turismo, escaparate de la división interna del PP, donde los alcaldes de municipios turísticos acuden, o no, según a la familia política a la que pertenecen, sin importar los resultados. Mientras, Camps y su Consellera fían toda la política turística a los grandes eventos. Hasta la visita del Papa se calcula en términos económicos y turísticos, llegándose a anunciar los millones de euros que la fe dejará en Valencia. ¡Si Cristo regresara, a cuantos mercaderes echaría del templo!
La pregunta, si el turismo es sólo eso, es cuántos grandes eventos hemos de tener y a qué precio, para tener siempre los hoteles llenos y el sector servicios activo. Pero no la formulen, si se les ocurre pedir cuentas de cuánto nos puede costar la Formula 1, o preguntar por las cuentas del Circuito de Cheste, u opinar sobre los 90 millones de euros que cuesta a los valencianos el canon de la Copa del América, a pagar a la empresa organizadora, no tendrán respuesta, serán acusados de antivalencianos y pregonados en Canal 9 hasta ser conducido a las tinieblas exteriores. Así las gastan.
De tanta lujuria vivida nos quedan ahora muchos viernes de dolor por la calle de la amargura. A menos, claro, que cambiemos los cofrades y el itinerario de la procesión por el que va la política valenciana.
Se pudo cambiar en España, primero fue Aznar, se ha podido cambiar en Italia, ahora Berlusconi, por qué no vamos a poder cambiar en nuestra Comunidad obsequiando a Camps con un merecido relevo. Ya falta menos.
Andrés Perelló