lunes, diciembre 04, 2006

¡HASTA PRONTO!

La política es menos compleja de lo que algunos políticos la hacen. Tiene muchas similitudes con el resto de órdenes de la vida. Es, o ha de ser, muy parecida a la vida misma. Basta con que, quienes la hacemos, tengamos principios y valores que orienten nuestra trayectoria vital, y los extendamos a todos los lugares donde obramos. La política es uno de los lugares donde la carencia de principios y valores, provoca estragos, genera políticos de baja catadura moral, y acciones que afectan, sobre todo, a quienes han de sufrirlas como gobernados.
Lo mismo sucede con el periodismo. Como actividad vital, también tiene que observar, a mi juicio, unos valores y ajustarse a unos principios básicos. Tanto da que un periodista, o un periódico, se orienten por la senda del conservadurismo o del progresismo. Las dos son respetables y necesarias en democracia. Pero las dos requieren de principios básicos y valores. Contrastar la información, respeto a las personas, y no confundir entre opinión e información, me parecen un principios inquebrantables para cualquier medio de comunicación, público sobre todo, pero también privado. Lo privado, en un Estado de Derecho, y en una democracia real, no puede tener licencia para exonerarse de principios, menos si se trata de un medio de comunicación que, al informar, contribuye a formar el conocimiento y la opinión de la sociedad.
Digo esto con la solemnidad y el sentimiento que se experimenta al decidir decir adiós a la colaboración en las páginas de un medio en el que, me he sentido a gusto, no se me ha censurado ni una línea de un artículo, y donde, sin serlo, por ser gratuita la colaboración, me he sentido una humilde parte de una plantilla, con muchos de cuyos miembros comparto amistad, afecto y a veces opinión.
Pero no es menos cierto que, constatando que, en esta etapa, la estrategia empresarial confluye en demasía con la estrategia de un partido, el PP, ha llegado un momento en que me resulta incompatible sentirme como he expresado antes, sin, a la vez, sentirme incómodo por una forma de entender la información que, sin calificarla, no comparto.
No comparto que los escándalos sean distintos, según quien sea el autor. Que se condene informativamente a dos partidos democráticos por pactar de cara a las elecciones, y no se desgarren páginas a gritos, cuando un partido desde el gobierno se rebela contra las sentencias firmes del Supremo, porque le afectan a uno de los suyos, como sucede con el caso de Villarreal. No comparto que se le otorgue el crédito de una portada a una tránsfuga, después de ser expulsada de su partido por indecente, y se le niegue la credibilidad a quien, por representar públicamente a ese partido, representa a casi un millón de electores.
Sé que hay un gobierno en la Generalitat carente de escrúpulos para manipular la televisión pública. Sé que presiona a los medios que considera ideológicamente afines. Conozco como dictan titulares, porque alguno de sus deslenguados miembros no se priva de presumir por las veces que le llama, mientras está comiendo, algún director para recibir instrucciones contra la oposición. Porque lo conozco, no puedo compartirlo. Me gusta comunicar, expresar mis ideas y opiniones, en cualquier espacio. Pero no puedo hacerlo sintiendo que estoy ocupando un lugar, que al PP le vendría bien en su ansía por deglutir cualquier resquicio donde pueda recrearse una opinión diferente a la suya. Desde hoy puede contar también con este pequeño espacio en el que tanto he disfrutado. No quiero que el PP me vea como un ocupa, o que alguien tenga que hacer esfuerzos para soportarme, por ser de los que soy. Gracias a Las Provincias y, sobre todo, a los que tuvieron la paciencia de leerme.