miércoles, julio 04, 2007

HASTA LA MISA TENIA UN PRECIO

(Publicado en LEVANTE 4/7/09)

Las calles estaban cortadas, las sirenas enturbiaban el sonido ambiente. El trasiego de fuerzas de seguridad, autoridades todas, y de los primeros familiares desesperados por el silencio de los móviles de sus allegados, que no contestaban, acudiendo a la boca de metro de Jesús, componían la escena de una tragedia que ha marcado una fecha imborrable en nuestra historia.
Este 3 de julio todo ha sido distinto. Los familiares seguían en la boca del metro, tan llenos de dolor como aquel día de hace un año, martilleados por el recuerdo y por la ignominia de la actitud de quienes les gobiernan, y dolidos por el menosprecio de quien tenía que reconfortarles con sus plegarias y sus ecos de eternidad, y ni estaba ni se le esperaba, el Arzobispo García Gascó ya cumplió el día anterior con la alcaldesa y con el PP. No solo no ofició la misa en sufragio de las victimas, seguramente porque tenía que estar revisando las obras de la nueva parroquia de los mártires del 36, o impartiendo alguna charla sobre el Bien y el Mal, sino que no tuvo a bien exonerarles del alquiler de la Catedral, por el que ha cobrado 300 euros a la Asociación de familiares. Qué lejos quedan los aplausos que los altos cargos del Consell le brindaron al Sr. Arzobispo el día de la misa funeral tras la lectura de la carta del Papa. Un funeral por unas almas cuyos cuerpos estaban aún sin identificar, pero urgía hacerlo, el Papa estaba al llegar.
Un año después, hasta la misa ha tenido un precio para los afectados. Para los responsables políticos, ninguno. Camps les ha premiado con más competencias, creyendo que así se premia a sí mismo y lava para siempre su conciencia. Craso error, la conciencia no la lavan ni las urnas, ni los nombramientos, ni la confesiones de reclinatorio, se calma asumiendo responsabilidades políticas, en confesión pública.
Ni calles cortadas, ni sirenas, ni coches oficiales. Las que se podían considerar autoridades, todas de la oposición, llegaron en metro en su mayor parte. Los medios de comunicación estaban todos. Los vecinos, demasiados, miraban a través de sus ventanas, algunos salían incluso al balcón; no les quedó fuerza para bajar o creían que no iba con ellos. A fin de cuentas, ellos están vivos, y pueden ver la realidad desde sus ventanas, quizá la han visto demasiadas veces desde ahí, o desde Canal 9. La de la calle es otra.
Nuestra Televisión mostró los minutos de silencio que Camps y sus consellers guardaron a la puerta de las instituciones, pero tampoco estuvo allí, con las familias. Silencio que también guardó la alcaldesa de Torrent, que tuvo la desvergüenza de convocarlo a la misma hora que las familias lo hacían en el lugar de los hechos, todo un síntoma que, pese a ser tan joven, la sitúa ya más a las órdenes de su partido que a las de su pueblo. La juventud no siempre es rebeldía, aunque a veces parezca renovación.

Si el 3 de julio del año pasado fue el del mayor dolor para 43 familias valencianas, y de mayor pesar para toda la sociedad; el de este año es el de la hipocresía y la lejanía de quienes se sienten absueltos de todo pecado político, judicial y de conciencia, tan sólo porque ha habido unas elecciones que han ganado. Lo más duro de admitir es que todo lo justifican porque han tenido más votos, sector más confesional incluido.
No creo que la mayoría de los que les votaron estuvieran amparando esos comportamientos con su voto, pero si algunos de los que lo hicieron lo creen así, que la misericordia se haga cargo de ellos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien expresado. Estos del PP no tienen verguenza. Camps no mirará jamás a las victimas cara a cara. Le falta fuerza moral para hacerlo y le sobra hipocresia, menudo cristiano. Y de García Gascó qué decir. ¡Vaya un representante de Cristo en la Tierra!
Sofía